
El ambiente era propicio, la atmosfera lunar conspiraba volviendo factible el amar, haciendo de la falta de gravedad la mejor de las superficies para tus pretensiones y mis deseos de pecar. Los días, semanas y meses fueron difíciles de diferenciar ante la falta de sol, y la nada por horizonte en aquella oscura e infinita bastedad… definitivamente la eterna noche espacial representaba la mejor de las amistades entre el deseo y la humanidad.
Por momentos me sentí volar, con tu cuerpo en el vasillo rozando mi débil y limitada racionalidad, sin embargo, al cabo de mil noches, como vos y yo llamamos a nuestros cuerpos en total unidad, sentí pedirte con una inexplicable vergüenza y pudorosa necesidad, no te desnudes todavía, que aun hay gente intentando llegar, de dos en dos a la órbita lunar.
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