-¿Qué está pasando?, ¡No puedo mover mi cuerpo!, ¿Alguien me puede escuchar?, ¡Auxilio, por favor! –Gritaba en completo silencio Andrea desesperadamente.
Todo parecía sacado de la peor de las pesadillas y aquella experiencia era verdaderamente traumante. De pronto, entre impotencia y desesperación pudo ver su cuerpo desde arriba. Se encontraba flotando a 1 m de distancia de su caja contenedora y su alma levitaba agitadamente por sobre la cama. Y para aquel entonces, el miedo y la impotencia ya se habían apoderado de su mente.
Segundos después de razonar que todo era una mala broma de su subconsciente, logró aterrizar sus pies sobre el suelo y con gran esfuerzo, pudo desplazarse a través de la habitación. A cada paso que daba, su alma era muchos más pesada y difícil de mover. Para cuando pudo llegar a la puerta, apenas y logró sujetar el frío llavín.
Ésa noche de Julio, Andrea, había llegado temprano a casa procedente del trabajo. El día fue completamente agotador y súbitamente, al entrar en su habitación, cayó dormida sobre su acolchonada cama.
El sueño profundo invadió su cuerpo, y por al menos una hora, durmió tranquilamente. Pero, algo no marchaba bien. Su ser cayó en una especie de abismo que la trasladó hasta su propia habitación después de los 10 más largos segundos de su vida. Su alma se había desprendido de su contención física. Todo era etéreo y frágil allá arriba.
Si embargo, en un breve lapso de tiempo, un choque de energía la golpeo súbitamente y de un momento a otro despertó dentro de otro sueño, totalmente consciente de lo que estaba pasado.
-¡Mi amor! ¿Vas a cenar, hija? –Dijo su abuela después de tocar la puerta en repetidas ocasiones.
Andrea despertó de ipso facto y se incorporó al mundo real alucinando de pánico. Por varios segundos no logró reaccionar. Su mente no podía diferenciar lo real de lo imaginario. Después de 10 minutos de silenciosa meditación, suspiró y cerró nuevamente los ojos dejándose caer sobre el colchón. Era su primer viaje astral.
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