Todos los días son una nueva y difícil aventura de
supervivencia para quienes como Manuelito, no tienen más que calles y aceras por
residencia. En su mundo, los adultos son seres incomprensibles que circulan a
diario en eso que él llama carros, y que dependiendo del humor que tengan
aumenta la cifra de Lempiras y centavos que tiran por la ventana o en el mejor
de los casos, los que algunas personas educadamente le dan en la mano.
Sus herramientas de trabajo; tres naranjas que entre tanto
golpe recibido, con suerte podrá comer de ellas algunos gajos, mismos que aun no habrán madurado por las inclemencias del
contacto que sufren con el suelo al caer cuando cambia la luz del semáforo.
No todos los días son malos, hoy recibió de una extraña un
emparedado y ayer súbitamente un joven de gafas le había regalado una galleta y
diez Lempiras para que la acompañara con algo. Quizá, y esos regalos no
cambiaron la vida de nuestro joven amigo, pero sin lugar a dudas, lo hicieron
feliz mientras lentamente bocado a bocado el manjar desaparecía y por el suelo iban
quedando migajas que como rastro, demostraban que aquel niño después de largos días
la felicidad en un pequeño gesto había encontrado.
Por hoy habrá que buscar refugio, en San Pedro Sula llueve y
los portones de la Catedral han cerrado. Lentamente la noche acobija al resto
de los humanos, para él especialmente el viaje apenas ha comenzado. La tormenta lo sorprendió
caminando, mojando de un momento a otro los cartones y el periódico que lo
cubren en la dura travesía que representa esperar el nuevo día y lanzar con esperanzas
y alegría sus naranjas al aire, y con ellas sus deseos más anhelados.
La ciudad duerme, mañana todo será normal al levantarnos, mientras tanto los sueños de Manuelito para otra noche se postergaron.
Que bonito :)
ResponderEliminardura realidad de manuelito que lucha todos los dias con sus deseos y anehlos
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