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Ilustrado por Jon Polanco |
Todo comenzó la mañana
del 3 de Abril de 1999. Durante décadas, las señales fueron apareciendo una
tras otra en todo el globo terráqueo, pero nuestro egocentrismo como especie
nos impidió poder observarlas y prever, el incierto y poco halagador futuro que
nos aguardaba.
Ése día, el cielo se
oscureció por completo. De norte a sur, la gran nube lo cubría todo.
Inicialmente, a pesar de la presencia de la gran masa gaseosa, aún contábamos
con todos y cada uno de nuestros medios de comunicación. Sin embargo, algo
andaba mal.
Uno a uno, los satélites
retransmisores fueron cayendo en todo el planeta. Primero, perdimos las señales
televisivas y de radio. El internet sucumbió antes del mediodía.
El gran apagón mundial ocurrió a las tres de la tarde. Seguido de él, una copiosa lluvia color
amarillo comenzó a caer sobre la superficie, mojando cada rincón del suelo
terrestre. El líquido precipitado, era viscoso, espeso, y de fácil adhesión.
Pero lo peor, aún estaba por llegar.
Los mecanismos de
seguridad de las cajas, se activaron al ser tocadas por uno que otro humano
curioso. Las paredes laterales de cada contenedor, se convirtieron en enormes
brazos mecánicos que se anclaron bruscamente en la tierra. Los cubos, poseían
incontables jeroglíficos inscritos en cada una de sus aristas, mismos que al
ser activadas las grandes y fantasmagóricas estructuras geométricas, se
transfiguraron como por arte de magia, destellando múltiples e hipnóticos colores.
De pronto, de su interior, emergieron titanes de más o menos 3 m de altura,
carentes de boca, pero si dotados de cuatro extremidades superiores y dos
inferiores. El color de su piel era de un verde oscuro, tal cual musgo. Sus miradas,
lascivas y mortíferas, eran el presagio de un mal mayor.
Lo que vino después, era
indescriptible. Aquellos monstruos, comenzaron a engullir a través de sus
estómagos a cada ser humano que encontraban a su paso. Muchos, horrorizados por
la escena, fueron devorados instantáneamente antes de asimilar lo que estaba
pasando.
De cada cubo, surgían 8
titanes, de los cuales 6 se encargaban de comer todo lo que estuviese a su
alcance, y los restantes, haciendo uso de brazos robóticos, tomaban personas
vivas y las depositaban en las cajas.
Al cabo de un par de
horas, la humanidad fue reducida a cientos de miles. Según datos no oficiales,
sólo el 20% de la población mundial sobrevivió. La invasión había sido un
éxito. Durante años, nos estudiaron y aprendieron a moverse entre nosotros.
Conocían cada una de nuestras debilidades como especie. Y tal cual, la más
inocente de las presas, caímos como ovejas al matadero.
A las 6:00 am del día
siguiente, la superficie del planeta se encontraba pintada color sangre. El
llanto y la desolación eran el común denominador de la matiné sepulcral del día
viernes 4 de abril.
Las cajas se elevaron a
las 10:00 de la mañana. El impacto de los sucesos aquí narrados, no se compara
con lo vivido aquel fatídico jueves. Por primera vez, habíamos sido cosechados.
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