cuanto duelen tus lágrimas azuladas de olvido,
si vieras como se vuelven bestias confusas
que destrozan mis murallas arrogantes,
ahora vueltas papel,
por tus ojos negros nocturnos.
Si entendieras que tu tristeza
arde en mí, multiplicada.
Si quisieras arroparme,
en tus oscuras aguas alejandrinas
en lugar de dejarme desangrado en la orilla,
yo sería el suicida más gentil,
que tus manos hayan conocido.
Si de tu boca salieran para mí
las palabras que ajenas
se pierden sobre los mares,
dejaría olvidado mi temor al olvido,
a la muerte.
Si sonrieras de nuevo,
valdría la pena que la luz entrara a mis ojos,
para contemplar los edificios en llamas,
de las ciudades remotas que ocultan la poesía del odio,
la belleza venenosa de tu amor por otro.
Si algún día ves bajo tus pies,
a mi piel, que tanto tiempo quiso ser abrigo
y el asco no es quién invade tu pecho,
Sino, la melancolía de quién recuerda a un inútil,
voy a tender el vuelo,
a morir conforme,
como el cuervo, no el hombre,
que debí ser desde hace tantas lunas.
Por Armando Torres
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