De niño, siempre soñé con ser Astronauta. Mi fascinación por el universo nació conmigo y hasta el día de hoy, mi deseo sigue latente a pesar de lo gris que resulta ser mi realidad.
Siempre pensé en abandonar algún día la Tierra. Viajar de planeta en planeta y visitar cada una de sus lunas. Hacer paradas ocasionales en pequeños satélites naturales y desde ahí, contemplar la magnificencia de sus mundos.
Jamás vi el tiempo como una limitante, pero éso lo pensaba cuándo tenía 7 años y hoy por hoy, los años pesan y mi coeficiente intelectual nunca fue el de un niño nacido para ser viajero intergaláctico.
A veces, mientras veo el cielo y anclo mi mirada en regiones despejadas, me pregunto a mí mismo si nací para ver las estrellas, pues siempre me han hablado entre el titileo de sus emisiones tan lejanas.
Dicen que los sueños de todo niño son la proyección de sus deseos y que al cabo de algunos años se convierten en sus frustraciones de adulto. Yo creo que el mundo está equivocado. A mi edad, aún sueño con ser astronauta, y un día abandonar la tierra. Quizá y no nací para ver las estrellas, sino para volver a formar parte de ellas, pues todos somos, polvo cósmico.
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