Ayer te vi buscando
en la nada un espacio vacío en donde anclar tu mirada, perdida entre la
muchedumbre, absorta, desahuciada. Te vi
llover de a pocos, morir de ti, morir de mí... morir de la gente y de esta tierra que día
a día engendra más dolor e indiferencia en quienes como vos ya no tienen esperanza.
En tus ojos vi al
mundo y sus desaires reflejados en mi cara, lascivos como dagas que se clavan en
tu carne, pero que no dañan el cuerpo, sino el alma. Te vi gemir, de dolor y de
vergüenza, frustrada e indignada, cual retrato parlante en las paredes de tu
casa… con ganas de morir en vida, pues del otro mundo no anhelas nada. Allá, todo
es eterno y el dolor se prolonga tirano y despiadado, como la más infinita de
las desgracias.
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