Eran las 2:05 de la madrugada cuando ella se dispuso a atravesar el largo pasillo del piso en el que vivía para ubicarse frente a la puerta del apartamento #374. La cerradura, "levemente" dañada por los recurrentes extravíos del manojo de llaves, cedió a la primera penetración con el metal correcto. Seguidamente, empujó con la cadera derecha hacia adelante la puerta y al ingresar, presionó con su mano izquierda el interruptor de las luces de la sala ubicado al costado derecho del marco de la entrada, dejando caer sobre el sillón su pesado bolso y el llavero con 19 piezas, de las cuales, sólo utilizaba 4. Luego, en memorizada acrobacia, se inclinó hacia atrás y estiró su pie con dirección a la puerta, la cual cerró de golpe al impactarla con la suela de una de sus suecas. La sala era pequeña, dotada de una mesa rectangular acompañada de un librero, y una silla muy bien combinada con el color del resto de los muebles, todos color café oscuro. El estrecho pasillo que conectaba la salita con la cocina, se encontraba a oscuras desde el último apagón ocurrido hacía una semana. En el refrigerador se encontraba una vianda con los restos del almuerzo que había preparado durante la mañana. ¡Tengo hambre! -pensó- Pero le podía más el sueño que la necesidad de probar un poco del pollo horneado y la ensalada de papas que preparó para almorzar esa tarde del viernes.
¡Necesito un gato! -Se dijo así misma mientras se quedaba completamente dormida en el sofá grande de la sala.
Para Mina, la hora de descansar había llegado.
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