El siguiente micro artículo pretende, de manera bien intencionada, iniciar el debate alrededor de ejes tales como el amor por la ciencia y la pereza racional. No obstante, estos tan sólo son insumos para algo mucho más complejo y mejor abordado en artículos posteriores a este intento de divulgación.
El amor por la ciencia; ¿Capricho o
deber lógico?
Lejos de ser
un capricho, el amor por la ciencia, debería de ser la norma entre la población
mundial. No obstante, dicho proceso se ve condicionado por una variada serie de
eventos que inhiben el razonar y logran suplantarlo con el aceptar, matando así
el principio básico del progreso de la especie humana: la duda misma.
No es
casualidad que en nuestro país, jóvenes universitarios duden o critiquen los
principios básicos del saber—pensar—hacer y conciban el conocimiento científico
como una tontería. Sin embargo; ¿Cuáles son esos agravantes que condicionan el
"escepticismo" científico en nuestra población?
La respuesta
es simple, y desde una perspectiva antropológica, dicha "resistencia"
a la veracidad científica responde a un patrón cultural heredado, construido a
través de cientos de años de potenciación del scientia reductus, mejor conocido
como: religión.
Estudios
científicos comprueban qué 8 de cada 10 individuos prefieren aceptar un evento
como hecho concreto incuestionable antes que dudar del mismo y hacer uso de sus
propias capacidades cognitivas, a lo que llamaremos: pereza racional.
La pereza
racional, suele verse potenciada por factores tales como la alta religiosidad
cultural y la credulidad voluntaria, llevándonos así a un estado metafísico en el
cual, al igual que en etapas históricas ya "superadas", preferimos la
oscuridad antes que renunciar a nuestro estado de confort mental o mejor dicho,
de irracionalidad selectiva colectiva.
La falta de
principios científicos en la etapa educacional formativa de los individuos, la
satanización de lo opuesto y la repulsión por lo lógico, son tan sólo aristas
que suman eventos múltiples a la ecuación del mal antes mencionado.
Habrá que
preguntarnos, ¿En qué estado de anuencia científica nos encontramos? De lo contrario,
seguiremos pensando que el fin del mundo se puede predecir o tonterías
similares.
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