Un
día, mientras todos salían de sus trabajos, los juguetes exhibieron sus mejores
galas en aquella vitrina del costado derecho de la tienda… todo parecía bueno y
seguramente, más de uno encontraría esa misma tarde un hogar.
-Sin
duda alguna, seré yo. -Dijo el Carro de carreras a control remoto.
-Tengo
muy buen diseño, excelente tracción y mi carga es eficiente para dar muchas
horas de diversión. -Muy seguro de sus capacidades, a los presentes informó.
-¡Me
alegro! Veo que tienes muy buena auto estima, pero esta tarde el que se irá
seré yo. -Con un tono de ironía y remarcada alevosía, El Héroe de acción
refutó.
-Ayer
no me han comprado, pues al padre de familia seguramente, algo importante a
marcharse lo forzó. -A los demás juguetes, nuestro héroe aclaró.
El
júbilo y las esperanzas se apoderaron de cada uno de los juguetes. Sin embargo,
a medida que la tarde moría nada de esto se concretó, y tal cual los otros
días, la resignación a permanecer por siempre en aquella vitrina, de los
presentes se apoderó.
En
el momento mismo cuando el personal se aprestaba a cerrar el local, un joven de
apariencia agradable y mirada amigable se paró justo enfrente de la tienda, y
sin pensarlo dos veces, por la puerta atravesó, muy dispuesto a comprar.
-Muy
buenas tardes. -Saludó con educación.
-He
venido a llevar conmigo al mejor de los juguetes existentes en este lugar.
-Ante tales palabras, se estremecieron todos en aquel local.
-Seguro
ha venido usted por el Carro a control remoto, o bien por el Héroe de acción.
-con certeza infirió el vendedor.
-¡Está
usted equivocado!- -con indignación, aquel joven protestó.
-Quiero
aquel Robot que está en la vitrina.
-¡Disculpe
joven! ¿Cuál Robot ha dicho usted? ¿Ese viejo y empolvado, que lleva quizá años
en exhibición y que nadie ha querido comprar? -A sí mismo se contestó el
vendedor.
-¡El
mismo! señor vendedor… hágalo empaquetar y no importa el precio, con todo el
gusto y placer del mundo pagaré lo que haya que pagar. -Con una sonrisa y
extrema alegría nuestro comprador logro ordenar.
-No
se diga más ¡Aquí está! -En un bonito paquete, al Robot le habían hecho
guardar.
Saliendo a toda prisa, cual si fuera un niño,
aquel joven el cambio había olvidado en aquel local.
Aquella
tarde, sin lugar a dudas, aquel Robot en la vitrina encontró un hogar, y un
compañero que hacía ya varios años le anhelaba atesorar. Un día aquel joven fue
un niño, y si había un juguete que siempre quiso fue aquel olvidado y opacado
por el polvo. ¡Hay que ver! Nunca dejaremos de ser niños mientras en algún
rincón de nuestras casas con inexplicable devoción un juguete guardemos, y de
vez en cuando con él juguemos, imaginando todo un mundo de ficción.
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