Aquí, donde los asteroides y demás cuerpos espaciales impactan, la luz no hace del eco lo que vos y yo conocemos como resonancia. Se encuentra anclada, a la deriva de un espacio vacío, inhóspito y abrumadoramente frio donde solo le queda como opción esperar a la nada.
En esta ocasión te propuse un paseo diurno, valga la aclaración, si es que en la luna existe alguna diferencia entre la noche y el día, entre lo claro y lo oscuro… trazamos juntos la ruta, y en ello al instante coincidimos, porque no animarnos y buscar de la luna su lado oculto, y desnudar del pensamiento humano aquel antiguo precepto que oscilaba entre lo lógico y lo absurdo.
El paseo comenzó de inmediato, y después de recorridos algunos kilómetros lunares consideramos oportuno, detenernos un momento y concluir la misión, porque que la luna no posee ningún lado oscuro, ya que todo en ella es de dicho tono, generando así, razonamiento desmesuradamente desgarrador e irremediablemente abrupto, para aquellos que siguen defendiendo que aquí existe algún lugar exclusivo con dichos atributos.
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