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Sebastián y el Camaleón

El día recién comenzaba, cuando el pequeño Sebastián se prestaba a partir en una de esas aventuras matutinas que, como a cualquier niño de su edad le gustaba realizar.

-¡Hoy seré un explorador! -Se dijo así mismo nuestro pequeño aventurero, alejándose cada vez más de su casa, cauteloso al andar y atento a cualquier movimiento que se presentara.

Todo comenzó tal y como estaba contemplado, la naturaleza y el sol conspiraron a favor de nuestro amigo en la búsqueda de su tesoro más anhelado, el escurridizo e invisible Camaleón, que como bien su padre ya le había dicho, era casi imposible de encontrar. Sin embargo, Sebastián desde hacía ya varios días había planteado en su mente la táctica perfecta e infalible para lograrle atrapar.

-Le hablaré y le pediré que sea mi amigo… difícilmente un camaleón se mostrará indiferente a una petición de amistad, y por sorpresa le tomaré, y no le dejaré escapar.  -recalcó Sebastián.

De pronto, sin previo aviso aquel niño perdió la calma, cuando de una pequeña rama que colgaba próxima a su hombro una voz le dijo con estas palabras:

 -¿Quién eres tú, que pretende atraparme y se dice querer ser mi amigo?

-¿Quién es y por qué no quiere dar la cara? -con este cuestionamiento contestó súbitamente el aventurero ante su tan evidente ignorancia.

-Soy yo, el Camaleón, ¿Acaso no eres tú el que me está buscando?

-Sí, soy yo… Sebastián es mi nombre.  -contestó al diferenciarle de entre las hojas, la rama y el paisaje que le rodeaba.

-¡Oh!, veo que después de todo tienes modales pequeño explorador, ya que al oírte pensar en voz alta me dije a mi mismo que no eras digno ni de la menor de las confianzas.

-Le pido por favor, me disculpe señor Camaleón. Me doy cuenta que mi plan no es más que un insulto a su dignidad, y con vergüenza me arrepiento de haber pensado hacerle algo que usted no deseara.

-Descuida  pequeño, no eres el primero que pretende hacer de un camaleón su esclavo, pero sí el único que hasta hoy pensó en ser su amigo, aunque de un modo bastante extraño -contestó el camaleón.

-¿De veras soy el primero en solicitar su amistad?

-Sí, aunque no formalmente, pero seré consecuente y te reconoceré como el primero, aunque sólo lo hayas pensado nada más.

-¡No! En verdad lo anhelo señor… simplemente tomé una ruta diferente para lograr su amistad.

-Y errada, habrás querido decir ¿Verdad?

-Creo que si… aunque no entiendo el significado de esa palabra. -humildemente Sebastián con un tono de gracia contestó a lo que claramente ignoraba.

-Descuida mi buen amigo, no todo se sabe en la vida, mucho menos cómo hacer de un camaleón tu amigo y ¡mira que lo has hecho! y nada que te ha costado. -con elocuencia y franqueza el señor Camaleón había sentenciado.

-¿Será que todos los humanos intentan ser amigables pero en el fondo, muy en el fondo, su verdadero deseo es sobre sus “amigos” gobernar?  –Se preguntó así mismo el camaleón mientras miraba fijamente al niño, que sin lugar a dudas, algún día sería hombre y practicaría dichos dotes que por herencia ancestral poseía la débil y egoísta humanidad en general.


¡Ah tonta humanidad!, que pretende a la fuerza dominar sobre el resto de los seres, que aunque no hablen sus lenguas y entiendan sus idiomas, son inteligentes y aunque por imposible que nos parezca, también sienten, y razonan.

Comentarios

  1. Este fue genial. Me ha gustado demasiado.

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  2. Muy ingenioso y entretenido la verdad con un claro mensaje a la relidad vigente en nuestra sociedad.
    Solo me queda felicitar al escritor y decirle que posee talento y pasion real.

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  3. Muy ingeniso y entretenido la verdad,con un mensaje claro de una realidad triste y vigente en nuestra sociedad.
    Solo me queda felicitar a escritor ya que creo que posee talento y pasion real.

    ResponderEliminar

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