La entrada a tu alcoba solía ser oscura, cual mañana de noviembre en este rudo, sombrío e inhóspito presente. Las cortinas desde el ventanal caían cuales cascadas de fango a los pantanos de tus desdenes. El manto sobre tu cama, cual si fuera pasto en verano… seco, áspero, carente de color, esperanzas e ilusión. Irritante maldición esta de ser esclavo en tu recóndita prisión.
La mesita de noche ubicada en el costado norte de lo que ayer hubiera sido la cabecera de tus sueños, desplomada por la locura, procuró nunca volver a ponerse en pie, y quién quisiera estarlo si tus miradas cuales espadas de faquir atraviesan los cuerpos y las almas de lado a lado, procurando asesinar todo aquello que se mueva o respire, en esta tu dimensión desconocida, paralela al hades de las sofocantes pesadillas de Dante, aquel que nos pinto el infierno y una vez figurado, en nuestra habitación vos lo recreaste.
La mesita de noche ubicada en el costado norte de lo que ayer hubiera sido la cabecera de tus sueños, desplomada por la locura, procuró nunca volver a ponerse en pie, y quién quisiera estarlo si tus miradas cuales espadas de faquir atraviesan los cuerpos y las almas de lado a lado, procurando asesinar todo aquello que se mueva o respire, en esta tu dimensión desconocida, paralela al hades de las sofocantes pesadillas de Dante, aquel que nos pinto el infierno y una vez figurado, en nuestra habitación vos lo recreaste.
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